Marca el inicio del proyecto solista de Fernando Corona bajo el nombre de Murcof, y con ello una nueva poética en la música electrónica latinoamericana. Desde Tijuana —una periferia simbólica del arte global— Corona propone un sonido que habita el umbral entre la música clásica contemporánea, la electrónica minimalista y el ambient postdigital.

Cada pieza del álbum funciona como una escultura sonora de cámara: cuerdas procesadas digitalmente, drones subterráneos, pulsos electrónicos apenas audibles. La referencia a compositores como Arvo Pärt o Henryk Górecki se entrelaza con texturas propias del glitch y el minimal techno. El resultado es un híbrido donde lo sinfónico y lo maquínico no se oponen, sino que se integran en una suerte de barroco digital atenuado.

El cineasta Nino Cozzi y el productor Luis Clériga, fueron los primeros en escoger un disco mexicano para las sesiones de El Disco Es Cultura. Nino lo relaciona con atmósferas cinemáticas, mientras que Luis se explaya en la dimensión vanguardista de este primer disco de Murcof.